Desde el silencio...
E: Tiene frutos, uvas muy grandes y verdes, en racimos. Veo también sahumerios encendidos, y una especie de zapato árabe, dorado… creo que es una lámpara de aladino.
G: Tomala y dale algo tuyo a cambio.
E: Agarro la lámpara y me saco una cruz chacana que tenía colgada, se la dejo en el altar, le agradezco con una leve inclinación y mis manos en forma de oración. Me voy.
G: Andá ahora a la cabaña… ¿cómo es?
E: Es una pequeña choza de paja amarilla, muy pequeña, con techo a dos aguas, tipo casita, no entra más que una persona ahí. No tiene puertas ni ventanas. Le voy a buscar una abertura. Veo que tiene una puerta camuflada, la abro con una leve patada, entro en cuatro patas…
G: ¿Qué hay adentro?
E: Veo platos en el piso con restos de comida, son de madera, hay hombres que parecen prehistóricos, primitivos, con taparrabos. El espacio de la choza es muy grande, no se corresponde con el afuera. Hay gente. Es todo despojado, piso de barro seco. Solo atino a verme los pies…
G: cómo son?
E: Son gordos, grandes. Tengo las uñas pintadas de rosa clarito, la piel muy blanca y las pantorrillas gordas. Estoy en cuclillas, tocando el suelo con las manos, no veo más allá, siento mucho el suelo.
G: ahora te pido que trates de ver a esa mujer de afuera, cómo es, como está vestida.
E: Tiene una pollera de paja, tipo tutú pero a la rodilla. Es gorda, tiene las tetas grandes, panza rolliza, brazos carnosos, una abundante cabellera roja, con ondas, desbaratadas, salvaje. Tiene ojos azules, cachetes con pomulos gorditos y una expresión divertida. Los labios pintados de rojo. Se ríe.
G: fijate cómo se mueve, cómo baila
E: Mueve sus caderas, bruscamente, hacia un lado, al otro. Se tira al suelo, levanta una pierna y mueve juguetonamente los deditos de los pies, recostada de costado con gracia de hipopótamo. Vivaz, me mira sujetando su cabeza con una mano y con la otra haciendo unos toques al piso como tecleando… y en un segundo sale disparada hasta ponerse de pié con los brazos en posición de gruesa bailarina apuntando al cielo. Se estira y de golpe se pone en cuclillas, mientras con ambas manos, palmea el suelo elevando su cabeza con mirada lúdica y gozosa.
Guía: Retomando el personaje del sueño que vimos la vez pasada, sos esa nena chiquita, flaquita y frágil, que le duele el pecho. Ves una puerta que se abre, y pasás…
Ensoñadora: Veo una gran puerta de marco redondeado, de madera antigua gruesa y avejentada en tonos dorados. Se abre y se ve luz, pero me caigo antes de entrar, no hay piso, me trepo e intento subirme con gran esfuerzo para poder traspasarla pero no puedo. Miro hacia abajo. Veo un sótano, con máquinas, oscuro, no me resisto más a la gravedad, y me dejo caer.
G: Ahora te pido que trates de ver como es la forma del dolor en el pecho. Es un objeto.
E: Veo en ese sótano que parece un taller, una mesa y sobre ella un músculo grande, enroscado, oscuro, parece un hígado pero retorcido, con pliegues. Es brillante, es de carne, está medio frio, no parece vivo.
G: Uno de esos pliegues se abre, entrá…
E: Meto una mano, y me introduzco en el órgano, en posición fetal.
G: Ahora mirá ahí adentro, que ves.
E: Me doy vuelta y veo que a mi izquierda, una escalera que baja hacia otro lugar. Es angosta, con los escalones de madera, desemboca en otra habitación, se ve una luz artificial al final. Me levanto y bajo tocando las paredes, con precaución, despacito.
Entro en ese lugar. Parece una cocina o laboratorio. Es de azulejos y piso amarillo, con una luz de tubo blanca en el techo. Tiene modulares, muchos frascos. Una mesa de madera larga y grande. Creo que hay alguien. Es un señor grande muy alto jorobado, con delantal blanco, y anteojos. Está cortando algo con una cuchilla, quizás papas. Me ignora.
G: Pedile que se de vuelta.
E: El señor se da vuelta, desafectadamente sin hablar, abre su guardapolvo y muestra cañones, pistolas, y mucho negro en su panza. Lo cierra y vuelve a darme la espalda.
Esa cocina da a otro lugar, quizás sea un jardín.
G: Andá
E: Hay unos pasillos, y la vista es a pulmón de edificios. Son amarillos, tipo monoblocks. Sigo caminando, hay luz del sol. Salgo a una calle. Es asfaltada, no hay nadie, parece un barrio artificial, de juguete.
G: caminá por la calle, y vas a ver a lo lejos un bosque
E: sigo caminanado hasta ver una ruta y veo muchos árboles al final, voy. Son eucaliptos, muy altos. Me adentro en el bosque, no siento miedo. Mis manos tocan el tronco de los árboles y mis pies se guían por la firmeza del suelo.
Sigo caminando…
G: Vas a tener que traspasar un lugar donde hay muchos árboles
E: Si, están muy apretados, tengo que pasar dejándome amasar, voy rodando de pie, me dejo llevar aunque me aprietan.
G: ahora vas a ver que hay una bajada que te lleva hacia otro lugar del bosque
E: la bajo, es bastante empinada, llego, veo otro tipo de árboles, con tronco más angosto, altísimos. Tipo palmeras altas.
G: Observa, hay una cabaña…
E: Sí, la veo, es una choza de paja, pero antes de llegar ahí veo que al final de un corto camino, hay un altar.
G: andá a verlo
E: me acerco, es como un tótem, como un dibujo de una mujer, tamaño gigante, parece pintada por un niño, como una pintura rupestre. Con trazos gruesos, en azul y magenta rojizo. Es de medio torso la imagen, se le ven las tetas, tiene el pelo suelto, largo y de aspecto despeinado, expresión de buena, quizás esté sujetando a un bebé con una sola mano, no se ve bien.
G: acercate y mirala, Se le ven las caderas?
E: No, está cortada la imagen.
G: Tratá de verlas
La imagen empieza a moverse, traspaso la figura de piedra, y veo que la otra mitad de su cuerpo es un pez. Una sirena de cola bífida que se mueve ondulante, fluye en el agua. Es bella, azulada, con escamas brillantes, y su piel suave y perfecta.
No me habla, no me transmite emociones.
G: Describime el altar
Ensoñadora: Veo una gran puerta de marco redondeado, de madera antigua gruesa y avejentada en tonos dorados. Se abre y se ve luz, pero me caigo antes de entrar, no hay piso, me trepo e intento subirme con gran esfuerzo para poder traspasarla pero no puedo. Miro hacia abajo. Veo un sótano, con máquinas, oscuro, no me resisto más a la gravedad, y me dejo caer.
G: Ahora te pido que trates de ver como es la forma del dolor en el pecho. Es un objeto.
E: Veo en ese sótano que parece un taller, una mesa y sobre ella un músculo grande, enroscado, oscuro, parece un hígado pero retorcido, con pliegues. Es brillante, es de carne, está medio frio, no parece vivo.
G: Uno de esos pliegues se abre, entrá…
E: Meto una mano, y me introduzco en el órgano, en posición fetal.
G: Ahora mirá ahí adentro, que ves.
E: Me doy vuelta y veo que a mi izquierda, una escalera que baja hacia otro lugar. Es angosta, con los escalones de madera, desemboca en otra habitación, se ve una luz artificial al final. Me levanto y bajo tocando las paredes, con precaución, despacito.
Entro en ese lugar. Parece una cocina o laboratorio. Es de azulejos y piso amarillo, con una luz de tubo blanca en el techo. Tiene modulares, muchos frascos. Una mesa de madera larga y grande. Creo que hay alguien. Es un señor grande muy alto jorobado, con delantal blanco, y anteojos. Está cortando algo con una cuchilla, quizás papas. Me ignora.
G: Pedile que se de vuelta.
E: El señor se da vuelta, desafectadamente sin hablar, abre su guardapolvo y muestra cañones, pistolas, y mucho negro en su panza. Lo cierra y vuelve a darme la espalda.
Esa cocina da a otro lugar, quizás sea un jardín.
G: Andá
E: Hay unos pasillos, y la vista es a pulmón de edificios. Son amarillos, tipo monoblocks. Sigo caminando, hay luz del sol. Salgo a una calle. Es asfaltada, no hay nadie, parece un barrio artificial, de juguete.
G: caminá por la calle, y vas a ver a lo lejos un bosque
E: sigo caminanado hasta ver una ruta y veo muchos árboles al final, voy. Son eucaliptos, muy altos. Me adentro en el bosque, no siento miedo. Mis manos tocan el tronco de los árboles y mis pies se guían por la firmeza del suelo.
Sigo caminando…
G: Vas a tener que traspasar un lugar donde hay muchos árboles
E: Si, están muy apretados, tengo que pasar dejándome amasar, voy rodando de pie, me dejo llevar aunque me aprietan.
G: ahora vas a ver que hay una bajada que te lleva hacia otro lugar del bosque
E: la bajo, es bastante empinada, llego, veo otro tipo de árboles, con tronco más angosto, altísimos. Tipo palmeras altas.
G: Observa, hay una cabaña…
E: Sí, la veo, es una choza de paja, pero antes de llegar ahí veo que al final de un corto camino, hay un altar.
G: andá a verlo
E: me acerco, es como un tótem, como un dibujo de una mujer, tamaño gigante, parece pintada por un niño, como una pintura rupestre. Con trazos gruesos, en azul y magenta rojizo. Es de medio torso la imagen, se le ven las tetas, tiene el pelo suelto, largo y de aspecto despeinado, expresión de buena, quizás esté sujetando a un bebé con una sola mano, no se ve bien.
G: acercate y mirala, Se le ven las caderas?
E: No, está cortada la imagen.
G: Tratá de verlas
La imagen empieza a moverse, traspaso la figura de piedra, y veo que la otra mitad de su cuerpo es un pez. Una sirena de cola bífida que se mueve ondulante, fluye en el agua. Es bella, azulada, con escamas brillantes, y su piel suave y perfecta.
No me habla, no me transmite emociones.
G: Describime el altar
E: Tiene frutos, uvas muy grandes y verdes, en racimos. Veo también sahumerios encendidos, y una especie de zapato árabe, dorado… creo que es una lámpara de aladino.
G: Tomala y dale algo tuyo a cambio.
E: Agarro la lámpara y me saco una cruz chacana que tenía colgada, se la dejo en el altar, le agradezco con una leve inclinación y mis manos en forma de oración. Me voy.
G: Andá ahora a la cabaña… ¿cómo es?
E: Es una pequeña choza de paja amarilla, muy pequeña, con techo a dos aguas, tipo casita, no entra más que una persona ahí. No tiene puertas ni ventanas. Le voy a buscar una abertura. Veo que tiene una puerta camuflada, la abro con una leve patada, entro en cuatro patas…
G: ¿Qué hay adentro?
E: Veo platos en el piso con restos de comida, son de madera, hay hombres que parecen prehistóricos, primitivos, con taparrabos. El espacio de la choza es muy grande, no se corresponde con el afuera. Hay gente. Es todo despojado, piso de barro seco. Solo atino a verme los pies…
G: cómo son?
E: Son gordos, grandes. Tengo las uñas pintadas de rosa clarito, la piel muy blanca y las pantorrillas gordas. Estoy en cuclillas, tocando el suelo con las manos, no veo más allá, siento mucho el suelo.
G: ahora te pido que trates de ver a esa mujer de afuera, cómo es, como está vestida.
E: Tiene una pollera de paja, tipo tutú pero a la rodilla. Es gorda, tiene las tetas grandes, panza rolliza, brazos carnosos, una abundante cabellera roja, con ondas, desbaratadas, salvaje. Tiene ojos azules, cachetes con pomulos gorditos y una expresión divertida. Los labios pintados de rojo. Se ríe.
G: fijate cómo se mueve, cómo baila
E: Mueve sus caderas, bruscamente, hacia un lado, al otro. Se tira al suelo, levanta una pierna y mueve juguetonamente los deditos de los pies, recostada de costado con gracia de hipopótamo. Vivaz, me mira sujetando su cabeza con una mano y con la otra haciendo unos toques al piso como tecleando… y en un segundo sale disparada hasta ponerse de pié con los brazos en posición de gruesa bailarina apuntando al cielo. Se estira y de golpe se pone en cuclillas, mientras con ambas manos, palmea el suelo elevando su cabeza con mirada lúdica y gozosa.
Es graciosa, bestial, disfruta. Y además, sabe...
Veo que el techo está abierto, se ve el cielo, las estrellas y la luna llena.
G: Fijate que te dice la mujer, preguntale algo.
E: Nos sentamos las dos frente a frente en posición de loto. Veo que tiene un velo, un chal azulado trasparente que le cubre los hombros y cae por sus pechos.
Con mirada sabia, lúcida y siempre sonriente, me dice “que te trae por acá, qué querés saber”, le respondo “todo”. Lo que siento en ese momento pero no lo digo es “todos los misterios a cerca de qué es ser mujer”.
Me toma de las manos, nos quedamos en silencio conectando las palmas. Como si me transmitiese en ese gesto un conocimiento ancestral. Sus manos son cálidas y sudorosas, y toda ella acolchonada, calentita, hermosa.
Veo que tiene en el pecho un colgante.
G: Cómo es? Describilo
E: Tiene una piedra turquesa en el centro, que refleja a la luz de la luna, es traslúcida. El borde es de algún metal, trabajado, tiene forma ovalada, y bordes hexagonales.
Es muy bello.
G: Ella se lo saca y te lo entrega.
E: Me lo pone, y me pongo muy contenta, me sorprende. En ese instante aparece mi imagen, mi "yo" en la "realidad". Estoy sonriendo, y atrás mío se despliega una hermosa playa, serena, de noche, a la luz de la luna. Estoy vestida con unos pantalones de seda hindú, muy relajada y plácida, con el colgante en mi pecho que se siente muy bien. A modo de cartera tengo colgada de un hombro con una cadenita la lámpara de aladino. Me siento sencilla, simple, en paz. Me despido de ella.
G: Ella te dice que siempre va a estar ahí para vos.
E: Muy agradecida, me doy vuelta y encaro hacia la playa, sintiendo la arena suave en la planta de los pies, y el sonido del mar…
G: Vas a regresar al bosque para volver
E: A pesar de mis ganas de quedarme en la playa... emprendo el retorno.
G: Fijate el colgante en el bosque, cómo lo ves ahora, es igual?
E: No, ahora refleja otra luz, porque refleja lo que hay.
G: Seguís por el bosque hasta encontrar la ruta de asfalto y vas regresando.
Volvemos…
***
Veo que el techo está abierto, se ve el cielo, las estrellas y la luna llena.
G: Fijate que te dice la mujer, preguntale algo.
E: Nos sentamos las dos frente a frente en posición de loto. Veo que tiene un velo, un chal azulado trasparente que le cubre los hombros y cae por sus pechos.
Con mirada sabia, lúcida y siempre sonriente, me dice “que te trae por acá, qué querés saber”, le respondo “todo”. Lo que siento en ese momento pero no lo digo es “todos los misterios a cerca de qué es ser mujer”.
Me toma de las manos, nos quedamos en silencio conectando las palmas. Como si me transmitiese en ese gesto un conocimiento ancestral. Sus manos son cálidas y sudorosas, y toda ella acolchonada, calentita, hermosa.
Veo que tiene en el pecho un colgante.
G: Cómo es? Describilo
E: Tiene una piedra turquesa en el centro, que refleja a la luz de la luna, es traslúcida. El borde es de algún metal, trabajado, tiene forma ovalada, y bordes hexagonales.
Es muy bello.
G: Ella se lo saca y te lo entrega.
E: Me lo pone, y me pongo muy contenta, me sorprende. En ese instante aparece mi imagen, mi "yo" en la "realidad". Estoy sonriendo, y atrás mío se despliega una hermosa playa, serena, de noche, a la luz de la luna. Estoy vestida con unos pantalones de seda hindú, muy relajada y plácida, con el colgante en mi pecho que se siente muy bien. A modo de cartera tengo colgada de un hombro con una cadenita la lámpara de aladino. Me siento sencilla, simple, en paz. Me despido de ella.
G: Ella te dice que siempre va a estar ahí para vos.
E: Muy agradecida, me doy vuelta y encaro hacia la playa, sintiendo la arena suave en la planta de los pies, y el sonido del mar…
G: Vas a regresar al bosque para volver
E: A pesar de mis ganas de quedarme en la playa... emprendo el retorno.
G: Fijate el colgante en el bosque, cómo lo ves ahora, es igual?
E: No, ahora refleja otra luz, porque refleja lo que hay.
G: Seguís por el bosque hasta encontrar la ruta de asfalto y vas regresando.
Volvemos…
***
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